viernes, 22 de abril de 2011

UNA PERSPECTIVA DE EL ARTE DE AMAR DE ERICH FROMM.


AMOR A UNO MISMO Y AMOR A LOS DEMÁS.


Según Erich Fromm, existen premisas básicas que nos hacen actuar de una determinada manera. Tales premisas de comportamiento nos acompañan a lo largo de nuestra vida, desde la niñez en la que adquirimos nuestra personalidad, influenciada por el comportamiento y trato que recibimos principalmente de nuestra madre, que es la que nos guía con sus pensamientos y actos hacia lo que considera correcto, que sin saberlo nos marca con su actitud, pues de su trato hacia nosotros aprendemos y valoramos el trato con los demás; así si es evasiva nuestro carácter lo rebelará,  de igual modo si es amorosa y confiada, o si es conformista o descuidada. En muchos casos lo anterior no es determinante pero si influyente en el actuar cotidiano de cada persona.

Sin embargo, el amor a sí mismo es el pilar fundamental de toda relación humana, pues si se carece de éste, se es incapaz de actuar como persona,  actuaríamos como animales, sin sentimientos  o emociones, careciendo de la capacidad total  de sentir empatía hacia nuestros semejantes.


No solo los demás, sino nosotros mismos somos objeto de nuestros sentimientos y actitudes, las actitudes para con los demás y para con nosotros mismos, lejos de ser contradictorias son conjuntivas; lo que significa que el amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son alternativas; el que se ama a sí mismo ama a los demás.

El amor genuino constituye una expresión de la productividad y entraña cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. Por eso se considera un arte, pues no es un sentimiento aislado, es un compromiso que se adquiere con la persona o la cosa que se ama, requiere de nuestro cuidado y empeño, y por supuesto conocimiento, pues no se conoce lo que no se ama.

A diferencia de la persona que no se ama a sí misma, la persona egoísta sólo se interesa por ella misma, desea todo para sí, considera el mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede obtener de él, juzga a todos según su utilidad y es incapaz de amar.

Dice Fromm que el egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos, el individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad se odia.

Se odia porque se siente inferior, menos inteligente o guapo y menos capaz que otros, y para cubrir su carencia se encierra en sí mismo, se aleja de los demás ocultando sus defectos y resaltando los de otros.

Las sociedades, como unión de seres afines se construyen sobre valores y bases morales, y estos valores nacen precisamente del amor; tanto del amor a sí mismo, como del amor hacia los demás, ya que quien ama procura bienestar y armonía hacia sus semejantes, quien no conoce el amor genera caos, dolor egoísmo y angustia, es dañino para los demás.  Esta reflexión debemos hacerla todos, ya que somos codependientes de las actitudes de los demás, lo que hace uno nos afecta a todos, y entre mayor conciencia, conocimiento y amor tengamos el uno por el otro, mejor será la convivencia social.






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